lunes, 17 de noviembre de 2008

A PROPÓSITO DE PAYÁ Y SU BUGATTI.

Por Raimundo Payá Moltó
D.N.I. 21.273.331

Me dirijo a Carrusel, revista internacional de juguetes antiguos, porque en su número 5, mayo-junio 2006, que tengo en mis manos, leo los artículos de Emilio Alemán y Salvador Claret sobre la “antigüedad Bugat Payá”.
Me llena de emoción todo lo que en ellos se dice, sobre todo cuando Salvador Claret escribe que “si Ettore Bugatti con su sensibilidad y buen gusto de patrón, algún Bugatti de juguete presidiese su mesa de despacho, este habría sido el Bugatti de Payá, un juguete que quedará como testimonio mundial de calidad y prestigio de nuestra industria juguetera”.
Recuerdo que, cuando en los años sesenta Payá fabricó, ya en la etapa de los juguetes de plástico, el Citroen Tiburón y sobre todo los Ferrari, se remitieron a las sedes centrales de Francia y Módena respectivamente y fueron muy bien acogidos. Agradecieron el envío y nos transmitieron su satisfacción por la forma en que estaban hechos y terminados.
Me presentaré: soy biznieto del hojalatero Rafael Payá Picó gracias al cual, en 1905 mi abuelo Pascual, junto a sus hermanos menores, puso los cimientos jurídicos para la fundación de la primera fábrica de juguetes de Ibi que mi padre, Raimundo, el mayor de sus hijos, tanto contribuyó a desarrollar.
Mi abuelo Pascual fue un empresario enraizado en Ibi. Nació, vivió y murió en la calle del Ravalet. Fué un autodidacta, como mi padre. Empezaron a trabajar y a dirigir la fábrica a muy temprana edad.
Sé pues de lo que hablo cuando me refiero a la historia de la fábrica que ha coincidido con mi propia historia. Algunos Payá seguimos vivos y sentimos profundamente que en estos tiempos en que existe un interés mayor por el mundo del juguete, puesto que se cotiza como antigüedad, no se recurra a quienes guardamos la memoria histórica. En cambio se consulta a quien carece de datos o los tergiversa. Así lo reconoce Emilio Alemán en su artículo en el que se duele, y yo con él, del flaco servicio que hace al conocimiento de nuestra historia juguetera, los dislates del actual responsable de P.A.Y.A. (que no Payá).
Este Sr, no es del pueblo de Ibi. Fué de los últimos trabajadores que llegaron a Payá. Así y todo lleva allí más de veinte años. Si no tansmite la verdadera historia será porque no quiere, medios para informarse no le faltan. Hay buenas publicaciones y lo que es más importante aún está viva la memoria no solo de familiares sino de los más veteranos trabajadores.
No es la primera vez que, a raiz de la celebración del Centenario del Juguete en Ibi, he tenido que desmentir los errores e imprecisiones que se han recogido en diversos artículos de la prensa nacional.
Me dispongo una vez más a aclarar algunas cuestiones: Payá intervino en promociones de productos o marcas pero no es cierta la peregrina teoría sobre el origen del Bugatti que no nació para promocionar marca alguna.
Las promociones que Payá realizó con Coñacs como Osborne, Terry, González Byass, Domecq y vinos de la Rioja, fueron sus famosos sacacorchos, tan apreciados por los someliers. Payá además de juguetes, también fabricaba cuchillería. Aunque la matricería para el estampado de las marcas, cada cual pagaba la suya, se realizaba en el Taller Mecánico, común tanto para juguetería como para cuchillería.
Posteriormente, para promocionar la cadena de Supermercados Spar, y alguna chocolatera, también se hicieron juguetes y elementos de cubertería.
Sobre las ruedas del Bugatti, me gustaría aclarar que también las llevaba la moto de referencia 804. Si alguien se pregunta por qué, diré que mi padre en la Oficina Técnica que dirigía tenía varios cartones-muestrario en los que colgaba los diferentes despieces, las ruedas, los resortes, y otros elementos.
En el cartón de las ruedas, que estaban numeradas, se exponían todas las que habían servido a otros modelos de juguetes. El número de la rueda, que figuraba en el cartón, correspondía al número de la matricería. Como la producción no era muy alta pero la gama de productos era muy extensa, los despieces y la matricería se guardaban y siempre que encajaban se aprovechaban para otros modelos. A veces había que forzar un poco su idoneidad o realizar lo que mi padre llamaba “refritos”, o sea, mezclar varios elementos ya fabricados para conseguir uno nuevo haciendo gala de una imaginación sorprendente. Así se conseguía un importante ahorro en todo el proceso: diseño, y matricería: cortadora, y copadoras.
Y eso es lo que ocurrió con las ruedas del Bugatti. Cuando mi padre empezó a diseñar el coche, vió que la rueda de la moto 804 acoplaba por su tamaño y estética. Estamos hablando de las décadas de los veinte y treinta del siglo pasado. Pero esta idea de aprovechamiento y ahorro presidió siempre la forma de hacer de mi padre especialmente en la etapa de la posguerra en la que tampoco se andaba muy boyante.
En los años sesenta, cuando empieza la etapa del plástico, cambia la forma de hacer aunque no de una manera radical puesto que el cartón muestrario, esta vez con las ruedas de plástico sigue guardándose.
Con respecto al comentario que se hace de la caja de embalaje del Bugatti, que es la original, es cierto. Aprovecho para comentar cómo Payá en los años en que se fabrica el Bugatti, también hacía en la misma fábrica estos y los demás envases que contenían sus productos.
El edificio inicial, donde se empezaron a fabricar los juguetes, cuando, posteriormente en 1.912, se hizo la primera nave, se dedicó a almacén de cartón. Se compraban partidas de cartón amarillo y también del que se describe como marrón con juguetes de colores. Estos cartones tenían unas dimensiones de aproximadamente 2x2 metros. Se llevaban a las cizallas, que estaban al principio de la nave de maquinaria, se troceaban y cortaban según las necesidades de embalaje de los juguetes que habían de contener y con un tampón, se estampaba el número de referencia de cada uno de los juguetes que se envasaba. Todo era muy artesanal. Estamos hablando de las décadas de los treinta y cuarenta, o sea, de arqueología industrial.
Los cartones amarillos eran lisos. Para adornarlos se hacían unas litografías de los juguetes que contenían. Generalmente, con este cartón se envasaban los trenes más pequeños. Para los trenes eléctricos y los de mayor volúmen se realizaban, también en la fábrica, unas maletas de madera pintada y cartón para dar más prestancia al producto. Ese mismo modelo de maleta pero de un tamaño mayor y reforzada fue la que me hizo mi padre para ir al Campamento de Milicias Universitarias.
También se utilizaban los recortes de las cajas de cartón para anotar y llevar el control de las piezas sueltas que estaban en proceso de producción. En estos cartoncitos se ponía la cantidad de piezas que se habían cortado y copado y se anotaban las salidas para el montaje de las mismas.
La estuchería litografiada se fué imponiendo en la década de los cincuenta. Y en la de los setenta las cajas con ventana, que mostraban el producto que contenían. Lo pidió el importador y distribuidor en Francia M. Lambotte de la firma Difussión Française du jouet, para que los productos lucieran mejor en las nuevas grandes superficies. Fue una verdadera innovación en España. Habían demostrado conocer el oficio. Procuraron a Payá ventas masivas del Tiburón Citroen , Motociclon y los Ferraris.
Puedo hablar, si el asunto interesa, de otras buenas prácticas de la época como los cartapacios, el funcionamiento de la Oficina Técnica o el diseño y los colores de los juguetes. Aún tengo la memoria viva. Con todo gusto contestaré, si lo sé, a las preguntas de los lectores. Ofrezco mi colaboración para satisfacer la curiosidad de quienes deseen aclarar o ampliar cualquiera de estos temas. Confío así en que pasen a la posteridad como de verdad fueron y no como interesan a quienes ni los conocieron ni los apreciaron.

domingo, 16 de noviembre de 2008


OLIVO PARA PAYA HERMANOS.

Por Raimundo Payá Moltó.
raimundopaya@telefonica.net UN


El pasado viernes la Unión Comarcal de Empresarios de la Foia de Castalla, decidió plantar un olivo en la Glorieta de los Ilustres, como recordatorio de los fundadores de Payá Hermanos: Pascual, Emilio y Vicente Payá Lloret. La segunda generación estuvo constituida por mi padre Raimundo y mis tíos Ramón y Artemio Payá Rico.
El Presidente de esta agrupación Fernando Casado habló de un recordatorio porque, según sus palabras, el homenaje han de hacerlo las autoridades.
La industria juguetera en Ibi tuvo una evolución constante desde 1893 aunque jurídicamente empieza el 3 de febrero de 1905 que es la fecha de la primera escritura otorgada por mi bisabuelo Rafael Payá Picó a tres de sus hijos.
En 1909 ya presentan en la Exposición Regional celebrada en el Ateneo Mercantil Valenciano, una vitrina con juguetes por la que reciben la medalla de oro y la invitación a participar en 1910 en la Exposición que se celebró en Buenos Aires con motivo del Primer Centenario de la Independencia de Argentina. Este fue el primer reconocimiento a nivel internacional.
Como hitos destacables debo decir que la primera era dorada de Payá Hermanos se desarrolló en los años treinta del siglo pasado gracias a sus muy apreciados juguetes de hojalata. Estos juguetes son hoy en día piezas estimadísimas por museos españoles y europeos así como por coleccionistas y anticuarios de diversas partes del mundo.
Son dignos de reseñarse la moto con sidecar llamada tuf-tuf, el bólido Bugatti del que se ha dicho: “Si algún Bugatti de juguete presidiese la mesa de despacho de Ettore Bugatti, este habría sido el Bugatti de Payá, un juguete que quedará como testimonio mundial de la calidad y prestigio de nuestra industrial juguetera” y el cine sonoro Rai que ya en 1934 se patentó en seis naciones diferentes: EE.UU, Inglaterra, Francia, Alemania. Suiza y Argentina, siendo el primer cine sonoro mundial. No hablaba pero sí tenía sonido.
El 19 de julio de 1949 el Ministerio de Trabajo acordó conceder a Pascual Payá Lloret la medalla al mérito del trabajo “para recompensar las cualidades excepcionales que concurren en empresarios dentro de la esfera laboral”.
En la actualidad los reconocimientos a Payá Hermanos se centran en el Círculo de Empresarios de España que incluye a mi abuelo Pascual en su libro “Los cien empresarios españoles del siglo XX”, así mismo está incluido en el tomo “Los cien empresarios valencianos del siglo XX”. Y el último reconocimiento ha venido de la Real Academia de la Historia de España que lo ha declarado Personaje Ilustre de España.
Pero el mejor homenaje a Payá Hermanos aún está pendiente en su pueblo. Sería poner en valor la fábrica que tantos recuerdan como “La catedral de la ilusión” y abrirla al público para que propios y extraños pudieran admirar la única arqueología industrial juguetera de toda Europa. De ese modo conseguiríamos que Ibi fuera, con todo merecimiento, la Capital Europea del Juguete Antiguo.

Visita a Pascual Payá Loret de la escuela de Formación Prafesional de Payá en 1946


Cartel Publicitario 1940












LEGADOS PAYA, ACERVO COMUN

Por Raimundo Payá Moltó

A la memoria de mi abuelo Pascual y de mi padre, Raimundo.


En el año 2005 celebramos el centenario del juguete porque en 1905 mi bisabuelo Rafael otorgó, a favor de tres de sus cuatro hijos, escritura pública de su empresa de hojalatería. La primera en Ibi que se dedicó a fabricar juguetes. Esta primera empresa se convirtió en “La Sin Rival” y más tarde en “Payá Hermanos S.A.” Hace un siglo de todo ello y es momento de recordar a quienes hicieron posible el desarrollo de un pueblo y dejaron para la posteridad varios legados, cuatro de los cuales, me gustaría dar a conocer.
Mi abuelo Pascual fue un empresario enraizado en Ibi. Nació, vivió y murió en la misma casa de la calle Ravalet. Fue un autodidacta, como mi padre. Empezaron a trabajar dirigiendo la empresa a muy temprana edad.
A finales del siglo XIX Ibi era un pueblo eminentemente agrícola y emigrante. El 77% de la población vivía de la tierra y dependía de unos pocos terratenientes. Los factores físicos no propiciaban un desarrollo floreciente de la agricultura. Las precipitaciones escasas, el terreno montañoso y el suelo arcilloso y calcáreo no lo permitían. En consecuencia había una gran desigualdad social.
Los varones ibenses emigraban para trabajar en las fábricas de tejas de la comarca y las mujeres, para emplearse en el servicio doméstico. Es en esta época cuando se inicia el negocio heladero. Las familias marchaban, durante largas temporadas, a las ciudades calurosas del sur de la península, Canarias y hasta el norte del Marruecos francés.
Todo esto cambió al implantarse la Industria Juguetera verdadero motor del desarrollo de Ibi. Sin ninguna tradición previa, el inicio de la Industria parte de una decisión adoptada en el seno de la familia Payá que pasan de ser hojalateros a jugueteros.
El carácter innovador de esta decisión vino a transformar radicalmente las bases económicas y sociales de Ibi desde los oficios a las maneras de pensar. Considero este el primer legado. El espíritu emprendedor.

EL ESPIRITU EMPRENDEDOR.
Payá rompió una dinámica agrícola y abrió las vías a la Industria. Y esto lo hicieron unos artesanos y no unos capitalistas. Este hecho hizo que un pueblo pobre evolucionara y se convirtiera en un pueblo de inmigrantes. El ejemplo de unos hojalateros que pasaron a ser empresarios, perdura. Muchos perdieron el miedo y comenzaron a crear sus propias empresas. Ya en 1910 aparece la competencia compuesta por los primeros trabajadores que se independizan.
Aún hoy el dinamismo empresarial de nuestra comarca y en especial de nuestro pueblo, es un hecho reconocido por diferentes Departamentos de la Universidad de Alicante y por el Círculo de Empresarios Españoles que incluyó, la biografía de mi abuelo, en el libro “Los 100 empresarios españoles del siglo XX”. Carlos Espinosa de los Monteros destaca, en su texto inicial, unas frases que cuadran perfectamente con este espíritu emprendedor que deseo poner de manifiesto: “Lo que sí se puede apreciar como común denominador de este centenar de perfiles profesionales, es esa pasión por el riesgo combinada con una búsqueda legítima y una innegable voluntad de contribución a la sociedad” y sigue diciendo: “Ese papel creador que, basado como toda aventura humana en el riesgo, no ha sido nunca, no es, ni será en lo sucesivo un camino de rosas”.
El segundo legado que quiero destacar es La arqueología industrial.

LA ARQUEOLOGÍA INDUSTRIAL.
Los primeros juguetes se hicieron a base de hojalata. Imitaban las piezas que en la hojalatería se venían haciendo para el uso doméstico. Estaban soldados y pintados a mano. Empezaron a venderlos en las ferias comarcales. La iniciativa tuvo éxito y la empresa fue creciendo a base de autofinanciación y reinversión hasta constituirse como Sociedad independiente.
En 1909 presentan en la exposición regional celebrada en el Ateneo Mercantil Valenciano una vitrina con modelos de juguetes. Reciben la medalla de oro y la invitación, por parte de la Cámara de Comercio Valenciana a participar , en 1910, en la exposición que se celebró en Buenos Aires, con motivo de la celebración del primer centenario de la Independencia de Argentina.
Estos dos hitos, constituyeron el paso de un modo de hacer artesanal a uno industrial. Empieza a utilizarse el engafado y la chapa litografiada. Es en esta época cuando se diversifica el negocio creando también una rama, dedicada a la cuchillería.
Las máquinas artesanas que construyeron, la matricería que crearon a lo largo de los años, los cartapacios realizados en la oficina técnica con el diseño y despiece de cada uno de los modelos y los procesos de elaboración de los juguetes de aquellos tiempos son hoy un bien precioso susceptible de convertirse en un museo o parque temático que muestre a las futuras generaciones el buen hacer.
Allí encontrarían los cartones muestrarios que hizo mi padre en la Oficina Técnica que dirigía en los que colgaban los diferentes despieces, ruedas y resortes. Así por ejemplo, en el cartón muestrario de las ruedas que estaban numeradas se exponían todas las fabricadas. Las ruedas servían para unos u otros juguetes. El número de la rueda que figuraba en el cartón, correspondía al número de la matricería. Como la producción de cada juguete no era muy alta pero la gama de productos era muy extensa, los despieces y la matricería se guardaban y, siempre que encajaban, se aprovechaban para otros modelos. A veces, había que forzar un poco su idoneidad o realizar lo que mi padre llamaba “refritos” o sea, mezclar varios elementos ya fabricados para conseguir uno nuevo haciendo gala de una imaginación sorprendente. Así se conseguía un importante ahorro en todo el proceso desde el diseño a la matricería, cortadoras y copadoras.
Las cajas de embalaje también tienen su historia. Se hacían en la misma fábrica. Se compraban partidas de cartón amarillo. Estos cartones tenían unas dimensiones de, aproximadamente, 2x2 m. Se llevaban a las cizallas, se troceaban, según las necesidades de embalaje de los juguetes que habían de contener, y con un tampón se estampaba el número de referencia de cada uno de los juguetes. Todo era muy artesanal.
Los cartones amarillos eran lisos. Para adornarlos se hacían unas litogafrías, a todo color, de los juguetes que contenían. Estas cajas con sus litografías pegadas son, hoy en día muy apreciadas por los anticuarios.
Generalmente con este cartón se envasaban muchos modelos incluso los trenes más pequeños de resorte. Para los trenes eléctricos y los de mayor volumen, se realizaban, también en la fábrica, unas maletas de madera pintada y cartón para dar más prestancia al producto.
También se utilizaban los recortes de las cajas de cartón. En ellos anotaban y llevaban el control de las piezas sueltas que estaban en proceso de fabricación. En estos cartoncitos se ponía la cantidad de piezas que se habían cortado y copado y se notaban las salidas para el montaje de las mismas. Una forma manual pero ordenada y exacta de llevar el control. Cada año, al final de la temporada de Reyes, cerraba la fábrica para hacer el inventario general y recuento de todas las piezas.
Esta forma de organización del trabajo constituyó en la época una verdadera I+D+I, la Investigación, el Desarrollo y la Innovación de aquella etapa. Los productos de entonces son todavía hoy muy apreciados por anticuarios y coleccionistas de todo el mundo. He podido comprobar a lo largo de mis viajes el cariño que les tienen en muchos museos del juguete de España y del Extranjero. Toda esta arqueología industrial es una gran riqueza. Podría terciarizarse o sea, ponerlo en valor. Serviría así para el desarrollo de un tipo de turismo cultural, solo al alcance de nuestro pueblo. También sería un bien muy apreciado para las personas interesadas en conocer los métodos y sistemas de trabajo de toda una época y atraería a Ibi a estudiosos e investigadores de todo en mundo.

El tercer legado que deseo comentar es la formación profesional.

LA FORMACIÓN PROFESIONAL.
Tenemos noticia de que el empeño por la labor de formación se remonta al año 1919 según consta, en documento adjunto, se pagaban clases nocturnas a los obreros y obreras que desearan asistir.
Es muy novedosa, para la época, la preocupación de que hombres y mujeres salieran del analfabetismo, confiando en que una buena formación es la base del desarrollo futuro.
En 1942 inician las Escuelas de Formación. Como corresponde a la época, es solo para los varones. Estas escuelas se cerrarán en 1960. Estos dos centros que Payá Hermanos funda y sostiene se destinan, preferentemente a los hijos de los trabajadores de la Empresa, futura cantera de esa y otras fábricas. La Escuela de Aprendices funcionaba mañana y tarde. El maestro era D. José Carbonell y todo el material de estudio se facilitaba, gratuitamente, a los alumnos. Cuando acababan esta formación a los catorce años, edad legal en la España de entonces para incorporarse al trabajo, pasaban a la fábrica a realizar las tareas que mejor se ajustaban a sus aptitudes.
La Escuela de Formación Profesional constaba de cuatro cursos que impartían, la práctica, los maestros del taller mecánico y la teoría personas capacitadas para ello como el Director de la Escuela D. Nicolás Payá Jover, el Capataz del Taller D. Francisco Rico León,y el Listero D. José Monllor, y los oficiales matriceros Alejandro Moltó Gómez y Fernando Navarro “el colasero”.
Todo el material también era facilitado por la empresa. Para que la asistencia fuera mas atractiva los alumnos tenían el incentivo de cobrar una pequeña remuneración según el curso al que asistían. En los inicios los de primero cobraban una peseta diaria incluidos sábados y domingos. Los de segundo dos, los de tercero tres y los de cuarto, cuatro. Estas cantidades se fueron actualizando con el paso del tiempo.
La labor de formación iba encaminada especialmente a formar matriceros procurando a los muchos que allí se formaron unos conocimientos de gran valía. Unos fueron reconocidos internacionalmente, a través de los premios que consiguieron los alumnos Juan Vicedo García que fue galardonado en 1949 como el mejor alumno nacional de la sección de matricería, y posteriormente Ramón Valero García que consiguió el título de aprendiz nacional más completo en 1957, con derecho a competir como tal, meses después, en la fase internacional que se celebró en Suiza, con asistencia de todos los premios nacionales, donde logró el Premio internacional de matricería y ajuste.
No sólo se preocupó Payá de la formación de los trabajadores de la fábrica de Ibi, sino también de los que trabajaban en la sucursal que en 1945 abrieron en Alicante. De entre ellos destacó Rafael Bravo Bautista que fue premio nacional de ajuste en 1.965.
Otros no lograron premios pero su formación contribuyó a sentar las bases que han permitido que el pueblo de Ibi tenga un desarrollo industrial. No solo en el juguete. También se ha extendido a otros muchos sectores porque los conocimientos de matricería son muy ambivalentes. La formación en matricería permite diversificar las producciones y así se hizo, durante la guerra civil con fines bélicos y después en la crisis juguetera de la década de los ochenta.
Todavía hoy contemplo con satisfacción una fotografía de los años cuarenta. La tomaron en una excursión que hicieron profesores y alumnos de la Escuela Profesional de Payá a Villa Serra, enclavada en el Puerto de Tudons de la sierra Aitana, para visitar al abuelo Pascual. Todos los profesores eran maestros de taller y encargados de las diferentes secciones de la Empresa. Sabían cómo transmitir sus conocimientos. Todos los alumnos que están en la fotografía han sido o aún son Empresarios de diversos sectores con Empresas radicadas en Ibi. Han contribuido y contribuyen al crecimiento económico de nuestro pueblo.
Los éxitos que la labor de formación procuraron, calaron en otros empresarios que en 1959 abrieron la Escuela Profesional Sindical, hasta que en 1961, mi padre lidera la creación del Patronato de Formación.
El Patronato estaba constituido por todos los empresarios que desearon formar parte de esta iniciativa. Contribuyeron con sus cuotas, según el número de trabajadores que tenían en plantilla, a construir y sostener la escuela. Le ofrecieron a los Hermanos Salesianos que la regentaran y así lo hicieron. Dado el buen funcionamiento de la escuela profesional regentada por los salesianos, Payá consideró ya cumplida su misión formadora de nuevos y excelentes especialistas, pasando a integrarse en la misma. Allí cursaban, solo los niños, estudios de Bachillerato y Formación Profesional.
El cuarto legado del que me gustaría hablar es el que constituyen los juguetes emblemáticos y pioneros, sus marcas y patentes.

JUGUETES PIONEROS PARA LA HISTORIA.
Dentro del mundo de los juguetes antiguos mucho se habla de los de hojalata, y más en concreto de los fabricados en la época llamada de oro o esplendor de Paya que dicen abarca de 1920 a 1936 del pasado siglo. Sin duda constituyen en precioso legado. Sobre todo piezas emblemáticas, como las Cocinitas y su menaje, una verdadera belleza, la moto Tuf Tuf o el Bugatti.
Salvador Claret escribe en la revista Carrusel que si Ettore Bugatti con su sensibilidad y buen gusto de patrón, “algún Bugatti de juguete presidiese su mesa de despacho, este habría sido el Bugatti de Payá, un juguete que quedara como testimonio mundial de calidad y prestigio de nuestra industria juguetera”.
Recuerdo, que cuando en los años sesenta Payá fabricó en la etapa de los juguetes de plástico, el Citroen Tiburón, los diferentes modelos de Ferrari y los Mercedes, pidieron documentación a las sedes centrales de Francia, Módena y Alemania y cuando recibieron los modelos terminados, nos transmitieron su felicitación por el modo en que habían sido realizados.
En cambio hay pocas referencias al Cine Sonoro Rai, cuando fue un juguete con varias patentes internacionales. Una gran novedad para la época. Por eso vale la pena destacar sus orígenes e historia.
En 1934 Payá, ante el triunfo del cine Nic, de los hermanos Nicolau de Barcelona, sacó al mercado el Cine Sonoro Rai que combina la producción de las imágenes con la audición sonora o musical que le acompañan. Era una combinación muy ingeniosa de pianola y cine. La película es de papel con perforaciones por donde sale el aire impulsado por un fuelle situado en el interior que hace vibrar las lengüetas de una armónica. Al estar las perforaciones y las imágenes en la misma película, se sincronizan los sonidos y los dibujos. El mecanismo era muy sofisticado para la época tanto que muchos años después este mismo sistema se adoptó en las computadoras de tarjetas perforadas que solo dejaban pasar la información por la parte perforada.
Tamaña innovación merecía una marca nueva. Es a partir de ese momento cuando comienzan a utilizar la marca Rai.
En el mercado español existía efectivamente el Cine Nic pero mi padre, como técnico de Payá, se documentó ampliamente. No se conformó con estudiar ese aparato sino que también investigó los cines de juguete del mercado internacional como el Dougraph Inc. de Nueva York, La linterna mágica de Leonard Mullerd de Alemania de 1930, y el Pathé Baby de Francia entre los mas importantes.
Todo esto lo sabemos gracias a los fondos del Museo Valenciano del Juguete que proceden de Payá Hermanos S.A. Los 24 tipos de cines, están catalogados pero no expuestos. Pertenecen a diferentes épocas. De España debemos destacar el modelo Jefe Baby fabricado por la Industria Saludes de Valencia. Del mercado internacional también son dignos de mención el Bral de Italia, el Cine Minilar de la firma Minilap, el G.W. de Hong Kong y el Taki y el Piccolo de Alemania entre otros muchos.
Del Cine Sonoro Rai hay que destacar que se patentó, además de en España, en Francia, EE.UU., Alemania, Gran Bretaña y Argentina.
En Francia se presentó la patente con fecha 13 de noviembre de 1934 a las diez horas y un minuto. En Alemania el 1 de noviembre de 1934 y se aceptó con el número 653182. En Gran Bretaña el 10 de mayo de 1935, aceptándola el 3 de enero de 1936 con el número de expediente 13742/35. En Argentina se concede el 12 de julio de 1935, por diez años, y con fecha 21 de abril de 1945 fue de nuevo renovada. El documento consultado dice: “actualmente está en explotación en el territorio de esta República y se conceden licencias a terceros para seguir explotándola”. La firma que lo fabricaba se llamaba Staff.
En U.S.A. se patentó el 23 de Enero de 1935 con el número 2.075.470, a partir de la patente de Suiza del 24 de octubre de 1934.
Estas patentes internacionales confirman el carácter pionero e innovador del Cine Sonoro Rai un juguete que como ningún otro combinaba la imagen y la audición musical.
El proceso de invención de este modelo lo desarrolló mi padre Raimundo, aportando la técnica en sí pero la llevó a cabo con la colaboración de su amigo Claudio Reig que era un gran aficionado a la música. Le ayudó en el apartado de sonido, entre los dos construyeron un estupendo juguete que superaba con creces al líder del mercado el cine Nic. Creo que vale la pena recordar algunas características de los cines Rai.
El sonido se consiguió a base de una armónica que presenta una serie de ranuras coincidentes con las lengüetas, con independencia unas de otras. Por estas ranuras al paso de la cinta y a medida que coinciden con ella los agujeros de la película, el aire que genera un fuelle, pasa y produce los sonidos. La película agujereada que contenía las imágenes y los textos era de papel vegetal.
En 1934 se hicieron dos modelos con la misma carcasa. El de referencia número 720 era el sonoro. Tenía un peso de 2.070 gramos. El de referencia número 722 era mudo y tenía un peso de 829 gramos. Este modelo se replicó en 1940 en plena posguerra, con la referencia 724 tenía un peso de 560 gramos. La reducción del tamaño de la carcasa se debió a dos motivos fundamentales: abaratar el precio y ahorrar materia prima puesto que la hojalata era escasa.
En 1945 seguía la escasez. Fabricaron entonces el Mono Cinema un modelo muy simplificado del mudo y totalmente distinto. Su referencia era la 743 y tenía un peso de 50 gramos. Lo publicitaron mediante un cartel simpático y representativo de la forma de hacer publicidad de aquellos años. Las películas se fabricaban en Barcelona. Eran de nueve milímetros y con ranura central para insertarse en la lengüeta del aparato.
Las películas son dignas de mención.
Las mudas tenían la referencia 723 y las sonoras la 721. Los dibujos de las películas, en un principio, fueron realizados por un dibujante valenciano. Después de la guerra civil, desde 1940, las realizó Patricio Payá Belda natural de Novelda con el que mi padre trabó amistad en el Castillo de Santa Bárbara de Alicante que fue habilitado como cárcel. Aunque llevaba el apellido Payá no era de nuestra familia. Seguramente mi padre le ofreció este trabajo porque conocía bien sus dotes artísticas. En la cárcel pasaba muchas horas haciendo caricaturas graciosísimas. Aceptó el trabajo y se vino a vivir a Ibi. Se hospedaba en la hostería del pueblo. Fue él quien sugirió a los dueños que le pusieran por nombre Hostería El Laurel en memoria de Don Quijote de la Mancha. Aún hoy conserva este hermoso nombre.
Patricio era un personaje culto y con un gran sentido artístico. Además de inventar, escribir y dibujar las películas diseñó toda la cartelería publicitaria de Payá de los años 1940 y 1945 incluyendo el anuncio del Mono Cinema.
Las películas mostraban los cuentos infantiles más populares. También se ocupó de D. Quijote de la Mancha y de las fiestas y costumbres del pueblo que plasmó en títulos como Las Tortas del tío Juan y muchos más. Pero lo mejor fueron los personajes que Patricio creó como Carlitos, un niño que bailaba la popular Raspa, y en sucesivas peliculitas nos contaba sus aventuras, sueños y correrías; Pepillo el detective; La bruja Pepa; Pedrín; Mikito contrabandista, boxeador, en el circo, en la selva mejicana o en América. Toni y sus aventuras en el buque pirata o en la isla Betúm. Y así hasta ciento un títulos.
Hoy estas peliculitas que animaron tantas tardes de los domingos de mi niñez, al igual que los juguetes emblemáticos y pioneros, no solo para mí, son un tesoro.


NOMBRE Y APELLIDOS DEL AUTOR:
RAIMUNDO PAYA MOLTO. D.N.I. 21.373.331
raimundopaya@telefonica.net

TITULACIONES.
LICENCIADO EN CIENCIAS ECONOMICAS Y DERECHO
(I.C.A.D.E.). Madrid


BIBLIOGRAFÍA.

Aleman de la Escosura, Emilio. “El Bugatti de Payá: mitos, leyendas y realidades”. Revista Carrusel nº 5. Mayo-Junio 2006. Oviedo.

Anguiz Pajarón, Antonio. “Estampas y recuerdos ibenses”. Caja de Ahorros Provincial de Alicante. 1988. Alicante

Anguiz Pajarón, Antonio. “Del pasado ibense”. Obra cultural de la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia. 1978. Alicante.

Claret i Sargatal, Salvador. “El Bugatti de verdad”. Revista Carrusel nº 5, Mayo-Junio 2006. Oviedo.

Valero Escandell, José Ramón. “ Payá. Historia Social de una Industria Juguetera”. Generalitat Valenciana. Consellería de Treball y Seguretat Social. 1991. Valencia.

Valero Escandell, José Ramón. “Pascual Camilo Payá Lloret ( 1.876-1.951)” en Los 100 Empresarios españoles del siglo XX. Lid editorial empresarial S.L. 2.000. Madrid.

Valero Escandell, José Ramón. “Pascual Camilo Payá Lloret (1.876-1.951). en Cien Empresarios Valencianos. Lid editorial empresarial S.L. 2005. Madrid.